Y la luz en las tinieblas brilla.
La Navidad ocurre en Belén. En hebreo, Bethlehem significa la casa del pan que es el símbolo para nuestro cuerpo dentro del cual debe acontecer la Navidad. Nuestro cuerpo es el sitio exterior para el nacimiento, tal como Bethlehem representa el lugar exterior del nacimiento de Cristo.
Entonces María es ante todo nuestra alma. Además se insiste en que es virginal. Este pricipio no es nada fácil de entender. La virginidad, el estar inmaculado, es un símbolo de lo eterno, es un símbolo del presente.
Así, el cielo es siempre el presente, siempre se mantiene fresco y nuevo; no puede ser manchado, es siempre virgen.Resulta entonces que el cielo, en el que no hay huella ni mancha alguna, es el regazo virginal de María. La virginidad es la expresión de la presencia absoluta y, como tal, es un reto para que liberemos nuestro interior de las huellas, para que soltemos el Yo (Ego), que representa la huella del pasado, con el que siempre nos identificamos. Todo el tiempo durante el cual nos identificamos con el Yo, nos impide abrirnos para recibir y ser iluminados por la Luz Divina.
Hay dos citas del maestro místico Cristiano Eckhart que nos demuestran al equiparar a María con el espíritu o el alma humana. El dice:
El Padre dice la palabra en el ser y , al nacer el hijo, toda alma llega a ser María.
En otra cita expresa:
María es bendecida no por haber llevado a Cristo en su cuerpo, sino por haberle dado a luz en el espíritu. Y en esto cada quién puede llegar a ser igual a ella.
Al costado de María se encuentra José de pie, que traducido literalmente significa: Aquel que debe añadir . Y José es, significativamente un carpintero, un constructor de las formas. Esto nos hace recordar al Gran Constructor de los Mundos, sinónimo frecuentemente empleado para denominar al Dios-Padre. Ese término se debe a que Dios-Padre es la expresión del principio del espíritu, capaz de crear y realizar formas. Así, José el carpintero es el representante terrenal y concreto del principio del espíritu que llamamos Dios. José es la fuerza creativa del Dios-Creador. Con ello es la expresión del presente, del acontecer terrenal. En medio de las figuras de María y José está tendido el niño Cristo, aquel niño Dios alrededor de quién gira toda esta historia. El es el principio divino, lo real y verdadero dentro de nosotros, la chispa divina, el Yo, la Luz Divina, el Logos. Todos estos nombres son distintas denominaciones que se dan al nucleo, a la esencia que se consigue solamente en el hombre, en su consciencia. Mientras el hombre busque su esencia afuera, en el exterior, nunca la encontrará.
En la cueva de Belén volvemos a encontrar los cuatro reinos de la naturaleza: el reino mineral, representado por las rocas, el reino vegetal, por el follaje y el heno; el reino animal, por la mula y el buey; y el reino humano, por María y José.La Navidad ocurre en Belén. En hebreo, Bethlehem significa la casa del pan que es el símbolo para nuestro cuerpo dentro del cual debe acontecer la Navidad. Nuestro cuerpo es el sitio exterior para el nacimiento, tal como Bethlehem representa el lugar exterior del nacimiento de Cristo.
Entonces María es ante todo nuestra alma. Además se insiste en que es virginal. Este pricipio no es nada fácil de entender. La virginidad, el estar inmaculado, es un símbolo de lo eterno, es un símbolo del presente.
Así, el cielo es siempre el presente, siempre se mantiene fresco y nuevo; no puede ser manchado, es siempre virgen.Resulta entonces que el cielo, en el que no hay huella ni mancha alguna, es el regazo virginal de María. La virginidad es la expresión de la presencia absoluta y, como tal, es un reto para que liberemos nuestro interior de las huellas, para que soltemos el Yo (Ego), que representa la huella del pasado, con el que siempre nos identificamos. Todo el tiempo durante el cual nos identificamos con el Yo, nos impide abrirnos para recibir y ser iluminados por la Luz Divina.
Hay dos citas del maestro místico Cristiano Eckhart que nos demuestran al equiparar a María con el espíritu o el alma humana. El dice:
El Padre dice la palabra en el ser y , al nacer el hijo, toda alma llega a ser María.
En otra cita expresa:
María es bendecida no por haber llevado a Cristo en su cuerpo, sino por haberle dado a luz en el espíritu. Y en esto cada quién puede llegar a ser igual a ella.
Al costado de María se encuentra José de pie, que traducido literalmente significa: Aquel que debe añadir . Y José es, significativamente un carpintero, un constructor de las formas. Esto nos hace recordar al Gran Constructor de los Mundos, sinónimo frecuentemente empleado para denominar al Dios-Padre. Ese término se debe a que Dios-Padre es la expresión del principio del espíritu, capaz de crear y realizar formas. Así, José el carpintero es el representante terrenal y concreto del principio del espíritu que llamamos Dios. José es la fuerza creativa del Dios-Creador. Con ello es la expresión del presente, del acontecer terrenal. En medio de las figuras de María y José está tendido el niño Cristo, aquel niño Dios alrededor de quién gira toda esta historia. El es el principio divino, lo real y verdadero dentro de nosotros, la chispa divina, el Yo, la Luz Divina, el Logos. Todos estos nombres son distintas denominaciones que se dan al nucleo, a la esencia que se consigue solamente en el hombre, en su consciencia. Mientras el hombre busque su esencia afuera, en el exterior, nunca la encontrará.
Si abstraemos el significado de la cueva y la representamos con formas más usuales, nos llama la atención que hoy en día todos los nacimientos se hacen representando el pesebre con establos viejos, decaidos. Si estudiamos la casa intacta, no decaída, que es el polo opuesto, podemos entender esto mejor. La vivienda del hombre que no está deteriorada se relaciona con la realidad psíquica y representa el area del retraimiento del hombre, el lugar de aislamiento donde se retira, se protege, se esconde y esconde su Yo (Ego).
Pero un ser que todavía se esconde entre los cuatro muros del YO, que cierra bien todos los puntos de entrada para que nada lo penetre, donde todo está bien sellado, no puede abrir un lugar para el nacimiento de una divinidad. Para que esto ocurra hace falta que se desmorone la casa, que se derrumben las barreras, que se desintegren las formas, que la casa se vuelva penetrable y receptiva. Este es el verdadero significado del establo desplomado: antes de que surja algo nuevo deben quebrantarse las viejas formas, los viejos moldes.
Así mismo, el establo aloja animales inconscientes de quienes no pueden surgir resistencias, pues no existe la limitación del raciocinio, de lo mental. Los tres patronos, que representan las funciones el pensamiento, el sentir y el querer en su nivel no redimido, no superado, indican su actitud de flanquear la entrada.
Los tres reyes Magos son sabios, sacerdotes, magos, y astrólogos que representan a la sabiduría y la dignidad, pero son paganos, no judíos. Los pastores, representantes del campesinato simple si son judíos. Conjuntamente, simbolizan en si la veneración de toda la humanidad, judíos y no judíos, de dignatarios e intelectuales y de la gente más sencilla y humilde. Representan, a la vez, a dos grupos humanos polarizados o, visto de otro modo, a las dos fuerzas en el ser humano: por una parte, los hombres intelectuales y por otra, los hombres de corazón.
En el nivel simbólico se aclara la polaridad. Los tres Reyes Magos son tres líderes, tres hombres que son guías, que llevan corona, la corona es la expresión de sus caminos de iniciación: han recorrido escuelas esotéricas, enseñanzas espirituales y esotéricas y por lo tanto, se han ganado y merecido sus coronas, son auténticas. La corona es el símbolo antiguo para el reino que adquiere el hombre mediante su trabajo consciente, es la expresión de que se conecta con el reino de más arriba, que los Reyes Magos se han ganado con su esfuerzo consciente.
Este reino es llamado Kether, la corona, por los cabalistas y en yoga recibe el nombre del reino de las siete hojas o el loto de los mil pétalos, como llaman al séptimo chakra o chakra corona.
Los tres Reyes Magos dan la espalda al mundo terrenal, viven alejados del mundo y se acercan a las estrellas, que constituyen su elemento. Estudian las estrellas, su recorrido, los símbolos que les son familiares porque los han recorrido en un aprendizaje consciente. Están instruidos en la magia. Así, le regalan al Niño frutos del conocimiento , objetos simbólicos como el incienso, oro y mirra, que son la expresión de los tres reinos espirituales (el pensar, el sentir y el querer), expresión también de la tríada: cuerpo, alma y espíritu.
Los pastores son totalmente distintos. Son gente sencilla, que custodia y no son dirigentes. Ellos cuidan animales inconcientes, por lo que custodian el reino inconciente, de la vida sencilla, ligada a la naturaleza. Los pastores no han leído nada sobre las estrellas. Viven cerca de la tierra. Por faltarles aprendizaje, no soportan una confrontación directa con lo espiritual. Es por ello que cuando aparece el Angel anunciándoles al Niño, deben cerrar los ojos por lo deslumbrante de su Luz. En estas condiciones, cuando van adorar al Niño, no le ofrecen los alimentos del espíritu, sino los de la vida: leche, frutas, lana y un corderito.
Pastores y Reyes son guiados por signos muy diferentes: los Reyes Magos por una estrella, un símbolo abstracto expresión del conocimiento cósmico, que solo significa algo para los instruidos en la materia. La estrella solo puede conducir a los espiritualmente despiertos, solo puede develar una señal a los hombres conscientes. A los pastores se les aparece un Angel que les habla de símbolos concretos al decirles:
Y esto tengan como seña: Encontrarán a un niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
Se dice de los Reyes: Vinieron a venerar y a sacrificar
Se dice de los pastores: Vinieron a ver que había sucedido allí
El camino de los tres Reyes magos conduce por trece noches desde la Nochebuena hasta el Día de Reyes. Este es el mismo camino de los pastores a los Reyes: del nivel inconsciente al consciente; del camino de Jesús-hombre al de Cristo-Dios.
A veces la estrella desaparece y los Reyes tienen miedo de perderla. El miedo de perderla, para luego volverla a encontrar, simboliza la lucha, la búsqueda del hombre por la comprensión. Sin embargo, poco antes de alcanzar la meta, la pierden y tienen que reiniciar su búsqueda. Es entonces cuando acuden a los pastores a preguntarles: buscamos al Niño, lo cual se puede interpretar como: buscamos al Yo superior. Y llegan ;los hombres del corazón que guían el último trecho hasta el pesebre. Este es un bello símbolo que no deberíamos olvidar: el camino de la mente lleva muy lejos. lleva a la creación de la corona, lleva cerca de la estrellas, lleva casi hasta el borde de la meta, nunca realmente hasta el pesebre, porque para lograrlo, tienen que aunarse todas las fuerzas: las del corazón, las inconscientes, las cercanas a la naturaleza, las del instinto y las intelectuales.
Encontrar esa Luz, hallar esa Luz es la meta y tarea de cada ser humano. Y esa Luz sólo la puede encontrar cuando él mismo se encamina y cuando está dispuesto a trabajar para que su consciencia se haga receptiva y entienda el acontecer de la Navidad.