Durante su niñez comenzó a relacionarse con la pintura de manera plenamente autodidacta. Sin embargo, la temprana muerte de su madre marcó su existencia y se convirtió en un momento determinante, también, para su trabajo artístico.
Su primer vínculo con las bellas artes se produjo recién en 1988, cuando su bagaje artístico le permitió ingresar en la Academia de Bellas Artes de Viena, de donde egresó con las más altas distinciones. Su principal objetivo allí fue estudiar las técnicas de los grandes maestros de la pintura universal, entre ellos: Caspar David Friedrich y Vermeer Van Delft.
A su vez, durante su adolescencia, se fue desarrollando también como montañista extremo, intentando encontrar en las altas cumbres y en los contextos naturales límites, respuestas a las vicisitudes de sus primeros años de vida. Precisamente, la conjunción de su experiencia autobiográfica con las vivencias en una naturaleza extrema, y su posterior traducción sobre el lienzo, resultó decisiva para la primera etapa de producción artística.
Marcado por Nietzsche y Heidegger, Ditsch contempla como una unidad su propia vida y su reflexión pictórica. En acción, Helmut Ditsch determina el ámbito natural que llevará a la tela, para luego comenzar a interactuar con la naturaleza: alcanza por sus propios medios la zona y permanece allí, frente a su escenario, durante jornadas completas captando la esencia y las características propias del lugar.
Hoy en día su caudal artístico recorre en simultáneo otras vertientes creativas, como la composición musical, el diseño automotriz, de indumentaria y la elaboración de vinos de alta gama.
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