El hombre debe hacer los esfuerzos necesarios para obtener un cambio en sí mismo.
Todo tiene un precio. Precio energético. El precio del conocimiento es la valoración y el propio trabajo, la gratitud y la comprensión. Si en nuestra vida ordinaria dedicamos horas de esfuerzo a un deporte, a la música o al estudio, cuanto más debe esforzarse alguien que busca ser alguien para luego buscar a Dios.
El guerrero ve la vida y se nutre de ella.
Su arma, la impecabilidad de sus actos.
El guerrero no exige. Agradece y fluye.
El guerrero se levanta temprano y temprano comienza la lucha contra su pereza, contra su personalidad mecánica, contra sus "yoes" inferiores. Intenta recordarse a sí mismo. Cuidar sus energías finas...purificar su corazón.
El guerrero conoce a su enemigo. Conoce sus debilidades. Lucha contra su propia mentira y sus pies se sienten seguros porque después del combate, los cimientos son Verdad Sólida.
Mientras el hombre ordinario, sigue su recurrencia llena de emociones negativas, de exigencias, de iluciones, de agresividad y de violencia.
El hombre ordinario es perezoso y es una carga para si mismo.
Sus horas pesan sobre su cabeza; divaga, errabundo, y no sabe que quisiera hacer. Sus días pasan como la sombra de una nube y no deja tras de sí ningún signo al recuerdo.
Su cuerpo está quebrantado por falta de ejercicio; desea acción, pero no tiene fuerzas para moverse,
su mente está en tinieblas; sus pensamientos son confusos; anhela el conocimiento, pero no tiene diligencia. Qusiera comer la almendra pero detesta el trabajo de romper la cáscara.
Su casa está en desorden, y él corre hacia la ruina; lo ve con sus ojos, lo escucha con sus oidos, sacude la cabeza y desea, pero no tiene resolución; y así la ruina vendrá sobre él como un torbellino, y la verguenza y el arrepentimiento descenderán sobre él y con él a la tumba.
Conocimiento y filosofía
Otros por el contrario, casi son como estrellas; siguen su camino fijo, ningún viento los alcanza, pues llevan en su interior su ley y su meta "
BUDA
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