Una figura oscura apareció de pronto de forma estrepitosa en el claro.
Se incorporó rápidamente y pudo distinguirse entonces que se trataba de un hombre, pero su rostro se encontraba totalmente desformado. Sus facciones se hallaban tensas y una expresión de pálido terror se reflejaba en él. Su cuerpo estaba magullado por todas partes y sus extremidades presentaban rasgaduras por donde brotaba la sangre. La transpiración gélida se le pegaba a la piel y un hedor nauseabundo emanaba de sus heridas.
Sin aguardar un instante y echando una mirada fugaz y despavorida por sobre el hombro se internó nuevamente en la espesura.
El follaje se volvía cada vez más tupido a medida que el hombre se internaba más y más en la selva. En su loca huida las ramas y lianas de los árboles se le enredaban a las ropas desgarradas, atenazándole todo el cuerpo como intentando impedirle el paso.
No había escapatoria, pensó mientras trastabillaba una y otra vez. Podía estar seguro de que lo seguía. No podía haber error. Sus ojos rasgados se habían clavado en los suyos mientras todo su cuerpo se erizaba. Había sido una estúpida decisión haber intentado sorprenderle por la espalda.
El agreste suelo de la selva, tembló ante el peso de una enorme figura felina. Líneas negras y naranjas se deslizaron con increíble rapidez contrastando con los verdes de la vegetación. El olfato potente y sagaz del tigre lo guiaban a través del enmarañado follaje, su mirada destellaba relámpagos de fuego. Podía olfatear el hedor a miedo del hombre y sus huellas aún frescas en el barro.
Un rugido feroz sacudió la selva. Espuma blanca manó de las fauces del tigre, al tiempo que el hombre pegaba un alarido de terror.
La respiración se le entrecortó y sus jadeos se aceleraron. Allí delante a escasos metros pudo divisar un claro. Allí lo despistaré pensó. De pronto unas gruesas raíces le trabaron el paso y voló por los aires cayendo al piso con un ruido sordo.
Miró a su alrededor. Un espacio circular se abría en medio de la espesura, la luz solar se colaba por entre la copa de los árboles allí arriba. Agudizó el oído intentando escuchar los sonidos de la selva. Un silencio tenso se extendió entonces a su alrededor.
Sigilosamente se incorporó, intentando recobrar algo de su perdida respiración.
Siempre había tenido una mente perversa y sagaz, pero ahora no quedaba nada de ella.
Intentó observar la situación con sangre fría, pero un nuevo rugido sonó a escasos metros de él, y la carrera comenzó nuevamente.
La velocidad fue aumentando en una vertiginosa persecución contra la vida o la muerte. Pero contra la vida o la muerte del Ego.
La situación había llegado a una encrucijada terrible. La caza había comenzado, no había vuelta a atrás. El Hombre, dominado por su falsa personalidad había intentado atacar a su Esencia de forma traicionera y malévola. Intentando utilizar sus artilugios dañinos y perversos el Ego había tramado un ardid maligno con el fin de matar lo puro y eterno para así dominar al hombre.
Pero ahora la situación se había vuelto en su contra; su plan había fallado y se le había vuelto en contra. Su propia e insoportable arrogancia se le venía encima. Una fuerza increíble había sido despertada y huía despavorido por la selva de sus pensamientos hacia el acantilado de la vida. Sus mascaras iban cayendo a medida que la espesura lo iba devorando, podía sentir la pisadas del tigre tras su espalda.
Tras una vida de búsquedas vanas e infructuosas, la encrucijada del destino le había llevado a cometer la mayor de las locuras. Cegado por su envidia y odio había intentado destruir a su esencia, sin apenas atisbar lo suicida de su acción. La Esencia lo había visto venir, y lo había aguardado silenciosa y apacible. En ella los 7 arquetipos se hallaban totalmente despiertos y en un increíble estado de alerta.
Y de pronto una garra enorme calló como un golpe letal sobre la espalda del hombre, quien voló por los aires, desplomándose estrepitosamente.
Una sombra oscura se elevó lentamente abandonando el cuerpo del hombre. Su aspecto era aterrador. Observó al tigre con mirada asustada y en un último arrebato de locura se abalanzó sobre él. El tigre se irguió en toda su bravura y potencia sobre las patas traseras y sus garras cortaron el aire. Un alarido de dolor se elevó en medio de la espesura y el Ego lanzando blasfemias y maldiciones fue arremolinándose hasta evaporarse y desaparecer en el aire.
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Dios no será tuyo mientras te aferres a alma y vida; no puedes tener ambos: esto y eso.
Desegotízate a tí mismo...
hasta que no veas a tu "ego" como una mota de polvo, no tienes posibilidad de llegar a ese lugar; el "ego" nunca podría respirar ese aire, así que encamínate allí sin "ego".
Mientras sigas adherido a él, vagarás de derecha a izquierda, día y noche, por mil años; y, cuando tras todo ese esfuerzo, finalmente abras tus ojos, verás a tu "ego", a través de los defectos inherentes, vagando alrededor de sí mismo como un buey en la noria; pero, si liberado de tu "ego" finalmente te pones a trabajar, esta puerta se te abrirá en dos minutos.
Magulla a tu "ego" por meses y años sin fin; déjalo como muerto y cuando hayas acabado con él, habrás alcanzado la vida eterna.
Hakim Sanai