Un samurai se presentó delante del Maestro Zen Hakuin y le preguntó:
-¿Existen realmente el infierno y el paraíso?-¿Quién eres tú? -preguntó el Maestro.
-Soy el samurai...
-¡Tú un guerrero! -exclamó Hakuin. Pero mírate bien, ¿qué señor va a querer tenerte en su servicio?, pareces un mendigo. -La cólera se apoderó del samurai. Aferró su sable y lo desenvainó. Hakuin continuó- ¡Ah, incluso tienes un sable!Pero seguramente eres demasiado torpe para cortarme la cabeza.
Fuera de sí, el samurai levantó su sable dispuesto a golpear al Maestro. En ese momento éste le dijo:
-Aquí se abren las puertas del infierno.
Sorprendido por la seguridad tranquila del monje, el samurai envainó el sable y se inclinó respetuosamente.
-¡Aquí se abren las puertas del paraiso!
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*La Escuela del Combate sin Arma*
El célebre Maestro Tsukahara Bokuden atravesaba el lago Biwa sobre una balsa con otros viajeros. Entre ellos se encontraba un samurai extremadamente pretencioso que no paraba de vanagloriarse de sus proezas y su dominio del sable. Según él, era el campeón de Japón en todas las categorías. Y los demás viajeros que escuchaban con una admiración mezclada con miedo parecián creerlo todo. Pero...Bokuden se mantenía alejado tranquilamente y no parecía tragarse todas esas bagatelas. El samurai se dio cuenta y, vejado, se acercó a Bokuden para decirle:
-Tú también llevas un par de sables. Si eres samurai. ¿porqué no dices algo?
Bokuden respondió serenamnte:
-No me siento aludido por tus historias. Mi arte es diferente del tuyo. No consiste en vencer a los demás sino en no ser vencido.
El samurai se rascó la cabeza y preguntó:
-¡A qué escuela perteneces?
-A la escuela del combate sin arma.
-¿Por qué llevas dos sables en ese caso?
-Eso me obliga a ser Maestro de mí mismo para no responder a las provocaciones. Es un desafío sagrado.
El samuari, exasperado, continuó:
-¡Y piensas verdaderamente que puedes combatír conmigo sin sable?
-¡Por qué no?, ¡incluso es posible que te gane!
Fuera de sí el samurai gritó al barquero que remara hacía la orilla más cercana, pero Bokuden sugirió que sería mejor ir hasta una isla, lejos de los hombres, para no provocar una multitud y estar así más tranquilos. El samurai aceptó. Cuando la balsa alcanzó una isla deshabitada, el samurai saltó rapidamente a tierra y desenvainó su sable, dispuesto al combate.
Bokuden se despojó cuidadosamente de sus dos sables, se los entregó al barquero y se dispuso a saltar a tierra, cuando, de pronto, cogió la pértiga del barquero y empujó la barca hacia aguas adentro alejándose impulsado por la corriente.
El samurai se quedó en la isla gesticulando de furia. Bokuden se volvió gacia él y le gritó:
-¡Te das cuenta, esto es vencer sin arma!
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